Medio siglo de la presa del olvido

Próximamente celebraremos el 55 aniversario de la finalización de las obras de la presa del Porma. Este año también ha tenido lugar el trigésimo aniversario del fallecimiento del ingeniero y escritor Juan Benet Goitia, que dirigió precisamente la ejecución del proyecto de la citada infraestructura (no por el Cuerpo de Ingenieros del Estado sino por contrata privada). La conjunción de ambas efemérides nos da pie para centrar nuestra atención en los citados eventos.

Las frecuentes riadas e inundaciones aguas abajo del lugar donde hoy se levanta la presa hacían aconsejable la construcción de un dique que regulase el caudal de los ríos de la zona. Tanto la represa en cuestión como el embalse que se formó tomaron el nombre del río Porma pero son también conocidos con el nombre de Vegamián, que es el topónimo  del valle donde se ubican y de uno de los pueblecitos (quizá el más populoso de todos ellos) que quedaron sumergidos  bajo las aguas. También son conocidos con el nombre del ingeniero y escritor Juan Benet a quien, tras su fallecimiento, se le quiso reconocer su valiosa aportación en la dirección de los trabajos.

El embalse ocupa el cauce del río Porma. Este río nace en la Cordillera Cantábrica, entre León y Asturias, y sigue su curso a lo largo de 79 km hasta entregar sus aguas al Esla, cerca de Mansilla de las Mulas. La contribución del Porma al embalse se ve complementada con el aporte del río Curueño, que tiene un recorrido de solo 45 km, y que ve sus aguas trasvasadas al Porma gracias a un canal de 200 m y un túnel de 5,8 km, excavado en pizarras, calizas y cuarcitas, que atraviesa la Sierra de Peña Forcada. Resulta sorprendente que ríos con una longitud tan limitada tengan la capacidad de crear un embalse como Vegamián.

Esto tiene su explicación en las copiosas nevadas y precipitaciones en las montañas de la zona, que unidas a un evaporación poco importante dan como resultado una considerable aportación de agua al sistema fluvial. Estamos hablando de una reserva de agua que ocupa el segundo lugar en importancia dentro de nuestra provincia, después de Riaño, y el tercero por su tamaño, tras Riaño y Bárcenas.

Al renovar su DNI, veían sustituido el nombre del pueblo donde habían nacido por el de Boñar

Este hermoso paraje se encuentra en el término municipal de Boñar, a unos 50 km de la capital de la provincia y al nordeste de la misma. Su altitud se sitúa en los 1.096 m. Es un lugar ideal para la práctica de deportes náuticos como la vela, el windsurf, la piragua o la pesca. No olvidemos que aquí tiene su sede la Escuela de Deportes Náuticos. En los ríos próximos también puede practicarse el rafting.

Además del ocio, estas aguas se dedican a la producción hidroeléctrica (con una potencia instalada en sus dos centrales de 23.200 kw), al abastecimiento a la ciudad de León y al riego de 45.000 ha, que gracias a una red de canales distribuye agua a los campos de alfalfa, maíz, remolacha, girasol, etc.

La presa que remansa las aguas del Porma fue un proyecto de dos Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos: Mariano Palancar Penella, jefe de Ingenieros de la Administración de Estado, y Antonio Martínez Fernández. Los trabajos de preparación (oficinas, traída de energía, trazado de caminos, talleres, poblado para los obreros, almacenes, etc.) tardaron en empezar casi 14 años desde que estos ingenieros iniciaron los estudios para determinar cuál era la ubicación idónea para la presa. Posteriormente, su ejecución se prolongó en el tiempo a lo largo de casi siete años. El coste ascendió a la cantidad de 2441800.000 pesetas de aquella época.

Se trata de una presa de gravedad de planta mixta cuya cota de cimentación se encuentra en los 1.020 m y la de coronación en los 1.097,60 m. Su altura desde los cimientos alcanza los 77,60 m y desde el cauce los 74,60 m. La longitud de coronación es de 255 m, con un espesor de 7 m en ese punto. En la coronación se levantan unas casetas desde las cuales se accionan las compuertas del aliviadero, que tienen una capacidad de 500 m3/s. Existen dos desagües intermedios y dos de fondo, capaces de desalojar 150 m3/s. Las galerías internas facilitan la inspección de la presa y tienen una longitud de 1.600 m. Los trabajos fueron llevados a cabo por la Unión Temporal de Empresas mediante el consorcio de las constructoras MZOV y Cubiertas y Tejados. El volumen total de material que emplearon para construir el cuerpo de la presa fue de 334.000 m3.

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No  fue fácil la construcción de esta represa  debido a los periodos de inundaciones, nevadas y rigurosas temperaturas que llegaron a superar los 18°C bajo cero. Así, por ejemplo, el 15 de noviembre de 1963 y el 29 de mayo de 1965 se produjeron súbitas y violentas  avenidas que alcanzaron los 130 m3/s y 200 m3/s respectivamente. Todo ello obligaba a detener las obras temporalmente y a dedicarse a aspectos más secundarios del proyecto.  Esta infraestructura pertenece al Sistema Esla-Órbigo y está gestionada por la Confederación Hidrográfica del Duero.

 

No faltaron las anécdotas curiosas durante su construcción. Citemos, a modo de botón de muestra, algunas de ellas: se disponía de una autorización para trabajar incluso los domingos, pero a condición de que el cura de Vegamián fuera a las instalaciones a decir la misa; en una ocasión hubo que suspender la faena porque todo el personal debía acudir a recibir a Franco que realizó una visita a la localidad de León; de algunos documentos internos del propio Palancar (ingeniero jefe de la obra), repletos de cálculos y esquemas, se desprende que su relación con  Juan Benet no debía pasar por su mejor momento e incluso parece que pudo intentar apartarlo de la dirección del proyecto; los trabajadores (que llegaron a alcanzar un número superior a los dos millares) no sólo procedían de la propia zona, especialmente había obreros portugueses, gallegos y vascos.

Benet compaginó  su colaboración en la presa con la redacción de su conocida novela Volverás a Región, libro que publicó el mismo año en que se inauguró el pantano. «Región» es un territorio creado por su ficción literaria que mitifica el espacio natural y humano que va a desaparecer bajo las aguas y formula, de alguna manera, la metamorfosis que sufre el territorio a consecuencia de las ingentes obras hidráulicas llevadas a cabo por la mano del hombre. Es un espacio ficticio que concentra en su seno las desgracias, desdichas, infortunios y desventuras de su país. Los estudiosos han situado esta legendaria tierra justo en las inmediaciones del río Porma.

Reproduzcamos a continuación unas palabras del escritor-ingeniero que se refieren precisamente a la etapa en que estuvo dirigiendo las obras de Porma: «Los años de Porma fueron decisivos. Me atrevería a afirmar que fue en Porma donde completé mi formación de ingeniero, donde adquirí una manera de ejercer la profesión que se aprende de una vez para siempre y que con independencia de los conocimientos pasados y futuros apenas se modificará ya; donde, para llenar las largas noches invernales de aquel lugar extremadamente solitario, escribí, por enésima y definitiva vez, una novela —Volverás a Región—» (Extracto del libro Prosas Civiles que recopila 27 artículos del escritor madrileño).

El impacto de esta presa, y consecuentemente del embalse, sobre el territorio fue enorme. La transformación del medio fue total y, como sucede siempre en estos casos, la desaparición de pueblos bajo las aguas fue inevitable y resultó muy dolorosa para los afectados. Vegamián, Campillo, Ferreras, Quintanilla, Armada y Lodares estaban condenados a sucumbir a la presión de una expropiación mal pagada y que llegó tarde. Todos ellos quedaron sepultados para siempre junto a los sentimientos, los recuerdos, las propiedades… en aras del interés general y del progreso. Otras localidades que resultaron perjudicadas fueron Utrero y Camposolillo, que también  sufrieron la expropiación y vieron gran parte de su término municipal anegado. Eran pueblos con nombre propio y con una historia que en muchos casos arranca de la época medieval. Salir de casa sabiendo que nunca más podrás regresar a ella es algo difícil de imaginar porque todos tenemos un fuerte sentimiento de pertenencia a un lugar. La indignación de algunos vecinos llegó a su punto álgido cuando, al renovar su DNI, veían sustituido el nombre del pueblo donde habían nacido por el de Boñar, en cuyo término se hallaba el pantano pero que obviamente no se correspondía con su verdadero lugar de nacimiento.

En una de las localidades que resultó sumergida tiene su origen el escritor y periodista Julio Llamazares el cual vivió en primera persona el destierro cuando aún era muy niño. Junto a su padre Nemesio, que era el maestro del pueblo, y con el resto de su familia tuvo que abandonar Vegamián  para ir a vivir al pueblo leonés de Olleros de Sabero. Julio custodió y preservó en su memoria aquel triste y doloroso episodio de su infancia, pero no fue hasta 2015 cuando escribió, sobre esos traumáticos acontecimientos, su libro titulado Distintas formas de mirar el agua. Esta novela está protagonizada por un familia de Ferreras que, regresa al pantano que cubre la aldea donde vivió cuarenta y cinco años atrás, para esparcir sobre sus aguas las cenizas del difunto abuelo, Domingo, que se había negado a volver a sus orígenes hasta que le llegara el momento de su muerte. Los personajes, trasuntos literarios de las personas que vivieron esa amarga experiencia, son precisamente su esposa, los hijos, las nueras, los yernos y los nietos. La narración va tomando cuerpo gracias a la visión que cada uno de ellos tiene del pantano y a las reflexiones, en forma de monólogo interior, que van haciendo sobre los hechos acaecidos años atrás. Es esta una novela que nos habla de desarraigo, añoranza, tristeza, destierro… y de cómo puede cambiar la interpretación de una realidad, por dura que esta sea, en función de las experiencias vividas por cada uno (así lo anuncia el propio título del libro: Distintas formas de mirar el agua).

Llamazares escribió: «Un paisaje no es sólo un territorio, es también la memoria de quienes lo habitaron cuando ese territorio ha sido transformado por el hombre, como en este valle de Vegamián. Por eso, si uno escucha, oirá sus voces que continúan sonando bajo las aguas o en las praderas y montes que las rodean contándonos sus vidas y recordándonos su tragedia para que no la olvidemos, pues es la nuestra también».

Todo cuanto contamos en este artículo no es sino la punta del iceberg en torno al tema que nos ocupa. Para descubrir cada detalle de los hechos nada mejor que el libro Peñamián, una historia bajo el agua de J.A. Acebedo, I. de la Fuente y A.L. Martínez, que dedicaron cinco años de su vida a investigar, revisando más de 20.000 documentos, en un fructífero intento de mantener aquellos pueblos y a sus vecinos en la memoria colectiva, porque la placa conmemorativa visible en la presa no es en absoluto suficiente.

abramos ahora otro capítulo para centrarnos en alguno de los interesantes rincones que nos ofrece Boñar y sus alrededores. Esta comarca ofrece a sus visitantes manantiales de aguas termales y medicinales en un entorno natural increíble. La Fuente de La Calda, que brota a 26° C o la Fuente de la Salud con sus aguas ferruginosas, sulfatadas y bicarbonatadas. También podemos visitar el Puente Viejo o de San Pedro, del siglo XIV. No podemos olvidar la simpática figura del campanario de la iglesia parroquial de San Pedro: el Maragato, una talla de madera que cada hora golpea la campana de la torre con un martillo para recordarnos que, con su perseverante presencia, está velando por Boñar. Una copla tradicional reza así: «Dos cosas tiene Boñar que no las tiene León: el Maragato en la torre y en la plaza el Negrillón». El Negrillón era un árbol centenario que se erigía en la plaza que hay frente a la iglesia. Este árbol, emblema de Boñar, sufrió una enfermedad de la que no se pudo recuperar. Su figura, sin embargo, permanece vigente en el escudo de la localidad.

Una ruta irrenunciable es la que transcurre por el frondoso bosque de Pardomino, que con más de 2.000 ha hace gala de una gran diversidad arbórea: roble albar, abedules, fresnos, hayas rebollos, acebos… Su contemplación en la estación otoñal es una delicia y una tentación para los aficionados a la fotografía. Otro rincón que no tiene desperdicio se incluye en la ruta senderista de la Cascada del Reguero de Foces. Para los aficionados al montañismo, numerosas cumbres se muestran en panorámica ofreciendo cimas que superan los 2.000 m de altitud. Para los amantes de los animales, el interesante Museo de la Fauna Salvaje no tiene desperdicio. Como puede verse, las opciones son múltiples y diversas.

Y,  por supuesto, el embalse, pieza clave del paisaje en cuyas frías y serenas aguas se miran, como en un espejo, las montañas que lo circundan. Y es que aquí la naturaleza es un regalo para la vista. Hay mucho que contemplar y admirar: bosques milenarios, prados, ermitas, fuentes, miradores… Con un poco de suerte tal vez podamos avistar rebecos en las cumbres, corzos, lobos, buitres leonados, águilas… o al escurridizo urogallo. En fin, no en vano buena parte de este espacio de Boñar se integra en el Parque Regional de los Picos de Europa y está declarado Parque Regional por la Junta de Castilla y León así como Zona Natural de Especial Interés y Zona de Especial Protección para las Aves (con más de 100 especies).

Pero en estos lares no solo importa el paisaje de singular belleza o la rica variedad de su fauna, porque aquí hay siglos de historia, cultura, costumbres y tradiciones en sus pueblos y en sus gentes.

Hoy, con este modesto artículo, pretendíamos traer a la memoria del lector las figuras de la presa y el embalse del Porma (Vegamián o Juan Benet – como se prefiera -) para conocer mejor su construcción y características así como algunas anécdotas que los acompañan. Nos hemos acercado a quienes vivían en estos valles y fueron forzosamente evacuados de sus hogares y hemos visitado también los lugares de mayor interés en los alrededores.

Ahora, y a modo de epílogo, ya no nos queda sino instar a nuestro amable lector a que se una a nosotros en nuestra sincera intención de convertir estas líneas en un pequeño reconocimiento con el que rendir homenaje a todo ello.

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